En tus ojos se juntan todos mis mares marullos de larga cabelleras y bailan en los paisajes de los ríos con la música del viento en la ladera. En mis ojos destellan las palabras un alear de pájaros cautivos largas notas de canciones inventadas metáforas, verbos y adjetivos.
Ven a beber de estrellas y luceros ven a mojarte en cada estrofa y cada rima. Y verás que los versos que me inspiras son esquemas de las blandas carreteras que te indican que el sendero recorrido son el sueño de amor de mi alma en pena. Por que mi hogar de luces aun te espera ansiando a que me inspires un poema.
Creí morir de amor entre tus brazos aniquilada por tus besos tormentosos Y allí mirando las estrellas devolví al cosmos consternada el gemir de mi voz el calor de la entrega y un rayo de luz en la mirada.
Desafiamos el tiempo y el espacio bajo un cielo de hotel o prado, o casa. Y arañando la vida extasiados no queríamos volver a lo inconcluso o dar la espalda a ese mágico momento cuando saboreamos libertad encarcelados por las rejas de una lumínica experiencia. Pero la lenta lluvia del adiós caía silente sobre el fantasma triste de la ausencia.
¡He de partir, lo sé!... Y las estrellas del cielo a las que tanto he admirado seguirán inspirando versos a poetas alocados. El musgo de mi jardín color oro envejecido será camada a las rosas que ya habrán florecido..., y en el medio del camino un frondoso árbol de pino se elevará majestuoso lleno de aves y nidos. El ruiseñor que visita mi ventana en primavera seguirá entonando notas despertando a otro, a cualquiera...
Mas yo, ¡moriré en invierno!
Del polvo de mis cenizas regado en la cordillera germinará una flor maga decorando mi cabecera... Mas seré cual alma en pena sin estrellas, sin jardín y sin aves que me anuncien cuando llegue primavera.
Yo fui el más pequeño lucero en tu cielo imperceptible lumbre luciérnaga sin vuelo sequía de fontana aridez de un riachuelo reducida pasión minúsculo anhelo.
Sumergido en las aguas de hondas fantasías te fuiste navegando a una extraña bahía. Yo me quedé en el puerto agitando tu pañuelo y en la angustia del adiós lo anudé a mi largo pelo.
Pequeña como fui a tus grandes anhelos no hallaste en tus noches ningún otro lucero ningún sendero cierto, ni la voz de un te quiero ni abrigo, ni hogar ni en tu pasión consuelo.
Hoy que te encuentras solo que yo, ya te he olvidado que cuando pienso en tí apenas me conduelo tu llevas mi recuerdo en tu alma atesorado y yo algunas veces... contemplo tu pañuelo.
Un memorial al amor que perdura a través de las diferentes etapas de la vida...
ÉRAMOS
Éramos golondrinas en nuestro primer vuelo, tanteándo el poder de nuestras niñas alas y fuimos como amantes de sol, volcán de lava, aleando nuestro amor en la expansión del cielo.
Éramos sol de noche, golondrinas del aire. Al horizonte oscuro cubríamos de estrellas. Y fuimos el amor en su forma más bella, caudal de comprensión en su total entrega.
¡Éramos!..., ya no somos impetuoso anhelo mas luceros continúan brillando en las miradas. Nuestro hogar hecho de nubes en el cielo albergan tonos de luz, cada alborada.
A mi isla Puerto Rico Colonia del imperialismo Yankie
Siento vértigo con náusea por mi pueblo, siento pena de su pena y su lamento. Un lamento que me implica en el tormento de poseer un campo de nosotros que es no nuestro. Un tormento que impregnado con su sangre, va acuñado en el centro de su vientre, en sus genes, en sus poros en su herencia majestuosa que enmudece ensimismada y se enrosca en la parte posterior de su alma errada. Un tormento del que no se habla, se respira y que a todos amortaja en su momento. Que dio a luz a los hijos de su tierra y rompió con su grito algún silencio. Y yo escuché llorar al mundo entero por los hijos que parió en su cautiverio.
Mi voz se cubrió de sombras. Mis pasos, cansados de ir. Me he estancado en el silencio sin nada más que decir... ¿Quién ha callado mi voz? ¿Quién silenció mi garganta? ¿Quién ignoró mis preguntas cuando iba camino a casa?
Me inspiró cada canción que se entona en primavera. Melodía hecha ilusión ternura perecedera. Mas buscando por lo eterno juzgué lo fugaz, errado cuando deseé retractarme él, ya, se había marchado.
Nunca pensé que la vida se me fuera en un suspiro Nunca pensé que el amor durara solo un respiro. ¿Quién me ha robado la voz, quién silenció mi garganta? ¿Por qué apresurar mis pasos? Solo voy de camino a casa.
Mar de mi amor y de mi infancia. En tí navegan mis sueños más queridos. En tí, mi cuerpo de doncella enamorada exploró bajo tus aguas, sumergido.
Recibiendo el bautismo de Cupido, en tus olas aprendí a bailar el ritmo tu marea me acunó, trigo mecido a tu orilla entregué mi pecho, florecido.
Deja que otra vez sumerja mis sentidos, para ahogar la angustia de esta pena, y en lo profundo de tu hermoso azul plateado... Que mi llanto se mezcle con la arena.
¡A veces cuando el Caribe besa la arena lo escucha desde lejos mi alma de sirena!
Yo, al renacer, fui árbol de diferente semilla y crecí como árbol macho, araizado en arcilla. En mí, no tallaron buques, no serví para cuadernas, y aun el viento de otoño ignoró mis hojas secas.
Fui un árbol que creció torcido doblegado y vencido. Indignado por lo crudo de su injusto destino. Fui tan diferente al resistir los embates pues no tenía cómo o quién, pagara mi rescate.
No crecí en el bosque ni fui leña de fuego. Mi forma no fue amada ni mi belleza un despliego. En la sequía no tuve ni una flor, ni un renuevo no fui hogar de gaviotas ni zorzales del cielo.
Anulada en lo seco del cuarteado terreno. Buscaba por la fuente que aplacara mi celo. Desprendí mis raíces y podando mis ramas sumergí mis angustias en las aguas que sanan.
Al expiar de mi vida el rencor, y el desvelo emergió desde mi alma un fugaz riachuelo. Y en su agua, mi arcilla se volvió en pergamino donde un loco poeta te describe el camino.