Tarde otoñal

En esta piel que fue ocupada
por hermosos tonos de la primavera
la ilusión de ensueños se ha escurrido
y se disipa como bruma aventurera.

Caminos escondidos a mis ojos
fragmentan la visión de noche y día.
Una puerta que no tiene cerrojo
se abre hacía el hangar de mi agonía.

«¡Qué daría por tener una sonrisa!»
«¡Qué daría por poder cerrar mis ojos!»

Llega el otoño
y me ha vencido con premura,
la invasión de un frío interno
(preludio de la escarcha que avecina)...

Y mi cuerpo,
que fue cual flor de mayo,
presumiendo los colores de la vida
será blanco humo que no espesa, neblina pasajera que se olvida.

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