Me detuve ante al espejo con los ojos negros llenos de prejuicios y recelos.
Y al rebuscar en mi reflexión me miré atada con cadenas.
Caminé el sendero de la muerte como alma que en la brecha no sabe dónde está su cuerpo.
Me escondí entre las sombras y caminé. Las gotas de lluvia se hacían saladas con mi llanto...
Y caminé, gritando el dolor, yo caminé. Mi garganta hería en cada paso, gritando. Bebía de mi llanto, clamando. Y ya sin voz obtuve la destrucción total de mi antiguo espejo...
Con nuevos ojos de cristal que no se empaña... déjadme renacer desnuda frente al sol de la mañana.