Se encienden las estrellas y se apaga la luna.
En la llegada magistral del tren de mi ocaso.
Me aferro a la vida, a mi voz, al pincel
al cuaderno de antaño de gastado papel.
Mi voz se ahoga con el llanto de ayer.
Mis manos me tiemblan agarrando el pincel.
Evocando las letras de canciones que amé
y las danzas sensuales que algún día bailé.
Me desvela en la noche el silbato del tren,
que se escucha no lejos de la vieja estación.
Oigo el grito de alerta en el rugir de su viaje,
rodando sobre rieles que van a mi abordaje.
