Mi cuerpo floreció en su momento,
cambió del todo
al paso del crecimiento.
Una mancha de sangre en el borde del refajo…
¡Y la niña inocente, había quedado en el pasado!
¡De niña a mujer en un segundo!
Así fue que comenzó el llamado,
el deseo, la pasión… el aroma diferente.
Era yo la misma pero algo despertaba
y tomaba control desde mi interior.
Dos colinas se elevaron sobre la planicie de mi pecho.
Un prado salvaje crecía en mi entrepierna.
Afeites de mujer,
mi centro mojado
y mi tonto corazón acelerado
cada vez que él se acercaba y rozaba mi costado…
Fue una total traición a mi colección de muñecas,
que sentadas, sonreían pueriles en el estrado.
Y qué digo de mis piernas…
¡Ay!, esas piernas que siempre caminaron paralelas,
ahora las veía enroscadas de pasión,
apretando sus caderas.
Mi cuerpo estremecido
disfrutaba sumergida en nuevas aguas.
¡¡Mi pasión tiránica crecía!!
Allí, sorprendida de mi propia demasía…,
en mis tiernos diecisiete,
le dije adiós a todos mis juguetes.
