Camino a ciegas en el laberinto del deseo, donde la locura por tenerte me ha hecho su habitante.
Me sentiré triunfante el día que me encuentre, entre la piel desnuda de tu abrazo palpitante.
Te pintaré de besos con la pasión más profunda en tonos de divinidad cuando te encuentre. Y rendiré mi cuerpo al golpe de tu embate, sobre la erguida cumbre del sendero de tu vientre.
Entonarás sin renglones y en premura, irreverente el sonido del gemido; al perderte de pasión y de caricias y mis piernas te indiquen el camino.
Arrullado entre las lomas de mi pecho con los techos del alba te haré un cielo. Te vestiré de humedades en penumbras, deleitándome en lo eterno del desvelo.
Envuelta en el pálpito demente y en tu fuerza viril…, seré alborada.
Tú serás Víctor sobre mi piel sudosa y yo, derrotada mortal, que en su esueño de amor llegó a ser diosa…
En el ponente delirio de mi visión a solas veré como se apaga tu entraña lentamente.
Mas yo he de recordate para siempre aunque duela la nostalgia de tu ausencia…
Pues vivo, si es que sueño tu latido y muero al despertar porque te has ido.
